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¿SABES COMO GESTIONAR TUS PROBLEMAS Y LAS EMOCIONES QUE CONLLEVAN? Te ayudo.


Un despido, un periodo de dificultad económica, una enfermedad que se presenta como un proceso largo, la adolescencia rebelde de un hijo… Todo lo anteriormente escrito y millares de cosas más son problemas a las que te puedes enfrentar a lo largo de tu vida. Además, los problemas no se dosifican, no entran en tu vida poco a poco y de una manera controlada para no molestar… ni siquiera se molestan en ser oportunos. Entran en cualquier momento con la fuerza de un huracán y arrasan cuanto encuentran a su paso. Y debes saber estar ahí para soportar el golpe y recuperarte cuanto antes. «Ni tú, ni yo, ni nadie golpea más fuerte que la vida», nos decía Rocky Balboa en la película homónima de 2006, «pero no importa lo fuerte que golpeas, sino lo fuerte que pueden golpearte».


Pero al final, como nos enseña Buda, «el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional». Por ello, y a pesar de que no podemos evitar sentir el dolor aparejado a cualquier experiencia problemática, no es menos cierto que hay que aprender a gestionarla de la mejor manera. ¿Y qué entendemos por «gestionar»? Desde una perspectiva empresarial, estaríamos hablando de la administración, control y resolución de problemas. La gestión de los problemas personales es una habilidad extremadamente valiosa y fundamental para una vida sana y psíquicamente equilibrada. No saber gestionar los problemas está íntimamente relacionado con una mala gestión de las emociones. Y las emociones, en gran medida, nos pueden controlar y dictar lo que hacemos con nuestra vida.


Todos sabemos de manera más o menos instintiva qué son las emociones. Decía Jorge Bucay: «No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con las emociones». Hay momentos en los que puede que desearías no tener emociones para no tener que lidiar con aquellas que nos provocan dolor. Es un sentimiento muy humano no querer sufrir. ¿Sentimiento? ¿Emociones? (Podrías preguntar). Pero… ¿no es lo mismo? No, no lo es. Verás,

simplificándolo mucho y para que te sirva diferenciarlo, las emociones son las reacciones espontáneas y automáticas que ocurren ante un suceso. El sentimiento es la interpretación que hacemos de esas emociones y, a diferencia de las primeras, solemos ser conscientes de ellos. Parafraseando a Buda: «la emoción es inevitable, el sentimiento es manejable».



Siendo tan molestas como algunas pueden llegar a ser, las emociones son tan útiles como necesarias. Gestionar los problemas no significa que los evites, de la misma forma que gestionar las emociones no quiere decir que las suprimas. Todo lo contrario. Se trata de entender la información que te están transmitiendo acerca de cómo te sientes en tu interior e interpretarlo como una señal de qué es lo que necesita atención en ti. Al igual que el dolor físico es un aviso sobre algo que sucede en tu cuerpo, el dolor psíquico es un aviso de que algo está sucediendo en tu mente. Es esencial averiguar qué es lo que necesita nuestra atención.


Pero hablemos de tu malestar. ¿Alguna vez te has sentido mal, los problemas te han abrumado, han excedido tu dique de contención y te han sobrepasado? En esos momentos es probable que hayas contestado mal a una persona, incluso a un ser querido. Te has vuelto inaguantable y, además, te sorprende que los demás no se den cuenta de que son un estorbo para que consigas lograr tus objetivos. ¡Justo hoy que estás mal todo el mundo se pone en tu contra! ¿Verdad? Pues lo más probable es que no. Sencillamente estás proyectando tus conflictos personales y frustración en otra persona. Por ejemplo, es muy típico que un trabajador sobrecargado de trabajo explote contra sus colaboradores sin ser capaz de darse cuenta de que, en realidad, se siente mal consigo mismo. Quizás porque no pone límites o no expresa de un modo asertivo su fastidio. Esto es algo muy delicado porque estás causando molestias en los demás.


Vamos, que les estás jorobando. Tú eres la persona que tiene el malestar, tú sufres ese dolor, tú no has tenido las herramientas adecuadas para manejar esa situación y, en lugar de hacerle frente de la manera más adecuada, te dedicas a hacer el día imposible a otros. La buena noticia es que, si te sucede eso, es algo muy normal, muy humano. La mala es que no te va a servir para nada, excepto para contribuir a la infelicidad de los que te rodean. En un célebre poema que circula por Internet y cuya autoría no está del todo clara, puede leerse: «Aprenderás que, cuando sientas rabia, tienes derecho a tenerla, pero eso no te da el derecho de ser cruel».


No busques fuera lo que se encuentra dentro: una autoevaluación honesta y la identificación de las causas de los problemas o las emociones asociadas a tus problemas, te será de mucha más ayuda. Es posible que, las carencias que crees ver en el otro y provocan tu enfado, sean en realidad tuyas.


Pero también hay más cosas que puedes hacer además de dejar de proyectar en otra persona tus conflictos y hacerle culpable de tus problemas. Trata de aceptar todas tus emociones, incluso las negativas. No te juzgues por ello, no te critiques o te censures. Opta por ser amable contigo mismo y adoptar una postura de aprendizaje y curiosidad. Esas emociones, como hemos visto están ahí para darte un testimonio de tu estado emocional. Para eso, puedes hacerte estas preguntas:


- ¿Qué emoción estoy sintiendo?

- ¿Qué está ocurriendo en mi cuerpo?

- ¿Qué recuerdos estoy teniendo?

- ¿Qué significa para mí, esto que sintiendo?

- ¿Por qué reacciono de esta manera cada vez que tengo este problema?

- ¿Qué es lo que tanto me molesta?



De esta forma puedes comenzar a reflexionar sobre ti, lo que te está ocurriendo y sobre cómo lo manifiestas.


No obstante, también puedes ayudarte de esta forma:


¿No paras de quejarte y sentirte mal?


Poner en palabras y desde una perspectiva abierta, honesta y constructiva lo que te está sucediendo pueda hacer más por ti que una serie de quejas erróneamente dirigidas y fuera de todo contexto.


¿Estás teniendo problemas con un compañero de trabajo?


Quizá sea una buena idea invitarle a un café y tratar de exponer de manera asertiva, pero educada y delicada, tu situación.


¿Tienes una enfermedad y prevés que sea larga o persistente?


Es posible que hablar con profesionales de la materia o con otras personas afectadas te dé consuelo y rebaje tu ansiedad.


¿Tienes miedo a lo que te va a deparar el futuro?


Háblalo con otras personas de tu entorno, el futuro tiene la característica de ser inestable y es algo que nos afecta a todos; te van a comprender y, quizá, incluso a ayudar.



La gestión de tus problemas es uno de los factores que te definen como ser humano. Tu propia naturaleza humana te hace inevitablemente vulnerable a cuanto sucede a tu alrededor y sólo saber manejar tus sentimientos al respecto te hará verdaderamente libre. Al fin y al cabo, tienden a cambiar con el tiempo y sería una desgracia realizar una elección duradera en base a una emoción provisional.


Al final, si todo esto te resulta complicado, siempre puedes pedir ayuda profesional.


¿Necesitas hablar?

Te escucho.

Un abrazo fuerte.

Rebeca Rogers



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